domingo, 31 de mayo de 2009

7:29 adios lengua mia

Más que abandonados vivimos y solo eso.
Nacemos con la claridad de saber que el instinto nos hará sobrevivir
y todos nos continuaremos con la misma calidad del objeto.
Luego todo cambia, y más que de pulsiones, nos armamos de voces.



Se sintió el ardor al final del trago más amargo del mundo y tu reacción fue lenta - ya te habías vuelto torpe - te gustaba ponerte diferente del resto, [ella y sus obscenidades]. Recordabas tu salubridad de hacía mucho tiempo y la obsesión bendita a la pasta de dientes [sus antiguas y bastas divisiones, la gracia del ají que irritaba hasta necesitarlo como nunca]. La solitaria mirada de todos adentro de la humedad en persona que era más húmeda antes. Claro, los tiempos cambian y las múltiples compañías anteriores se te fueron de las manos. Tus nuevos gestos juegan a volver a empezar las maniobras ágiles de aquellos burdos días llenos de los otros tuyos. Pero ahí estás, y no me puedes decir otra cosa [su facilidad de articularme el lenguaje la hizo sexualmente improvisada y más callada que nunca]. Todas las habilidades se convirtieron en un puto fiasco como los pequeños platos en los restaurantes fichos de lima rayada. Todos te extrañan [ja], hasta yo y mi abandono casi total de mi corporalidad reprimida, mis noches célibes, una monja, si... quizá una monja más. Y es brutal pensar en los ratos lentos de las calles de barranco, donde cualquier hoyo en la acera era ideal para hacer el amor con cualquiera con quien te encontrabas [nunca permitió que me sacaran la ropa y el inconsciente pesa, como los años o lo días]. Al final del camino tu extraña cacería daba el resultado más adecuado y las sonrisas encajaban a la par que tú en el resto y sus aumentadas temperaturas [todas me atraparon de alguna manera y me hicieron débil]. Aprovecho la desaventurada ocación para gritarte qu las calenturas bajan con el tiempo, te falto tino y no puedes negarlo, te ganó tu ego falsamente firme ahora demolido, y mírate tú ahora. Al final eres parte de mí, el músculo más fuerte, mi parte más sensible, la prostitución en persona, mi suavidad abandonada. Y eso sería el problema que vemos detras de los lentes de contacto: ser un cuarto de hotel no siempre da resultado. Se te quedó tatuado el número de tu cuarto favorito y a mí se me quedó la música 'de mientras tanto me lo hacías'. Sinatra, paez, calamaro, sabinas, mraz, milanes, silvio, drexler. Esperabas enamorar mientras aprendías, era tu coordinación perfecta, la nota nueva y exacta que tanta fama te hizo. Aprendiste la delicadeza y la fuerza necesaria como para satisfacer a todos los que llegaban, y no cobrabas estadía, el catre ya estaba malogrado, me suplicabas hace tiempo un cambio de suspensión. A veces entrabas sin permiso y lo envenenabas todo, a veces, también, me envenenabas a mí. Pero ya te ensartaste, no pasaste la revisión técnica, las peruanísimas coimas no te funcionaron nunca más y te quedaste a mitad del camino, de vuelta a casa, viajaste a los olivos y tuviste que tomar combi de regreso. Te me extraviaste y yo me extravié de ti, nunca más nos dimos la cara: tu función carnal ya no tenía más sentido en mi nueva calidad de vida y me odiabas por quitarte el protagonismo de todos estos largos años. Y, a pesar de todo, ayer me tomé un café delicioso que olía a sudor como cualquier lugar de breña antigua. Te quemé cruelmente y recordé nuestra aquella deliciosa amistad y las noches de lujuria atrás de una roca, en la suavidad de la arena y bajo un carro oxidado por la humedad, y la niebla espesa de agua dulce. Derretí tu sensibilidad tratando de no matarla por completo mientras escapabas sin moverte y aceptando el final del veredicto. Ya estamos todos fregados - me dijiste - [y le marqué la vida con aquel liquido negro en envase de tecnopor], nos alcanzo la ancianidad antes de tiempo y fue el momento adecuado. Era entrañable sentirte de nuevo. Hoy volví a traerte al frente pero con un moka caro y bien cargado. Me estremece el placer de matarte y me inquieta nuestro futuro ofuscado de religiosos seguidores. Cogí una cañita roja, y sabiendo lo que hacía, la introduje al fondo del recipiente de cartón reciclable, a la parte más caliente del líquido, donde ningún microbio, ni siquiera yo, se salva. Respiré la cebada colombiana, probé la espuma tibia, y mientras sentía como descifrabas mis acciones siguientes y el tubo de plástico se deslizaba por tu cuerpo maltratado pero solo hasta la mitad, repasé nuestra basta existencia hasta hoy y nuestros innumerables fracasos. Usurpé el aire fresco de un nuevo día y brindé por nuestra soledad buscada y justificada. Tomé rápidamente tu muerte temporal - que me ardió como el pecado más humano - prometiéndote regresarte algún día cuando esa abrazadora juventud me vuelva a consumir y con la convicción de que a todo herido le llega su vendaje. Te crucifiqué así, sin permiso y sin más, una tarde fría de mayo con una taza de agua hirviendo llena de chocolate y café, cuando el alquiler de todos los días recién cerraba y nos quedábamos desempleados temporalmente: adiós lengua mía.

Que viva la ciencia, que viva la poesía
Que viva siento mi lengua cuando tu lengua está sobre la lengua mía…
[Jorge Drexler]

sábado, 16 de mayo de 2009

10.pm .deje de escribir por falta de lapices

Paré a la vida cuando la tenía en frente.
Me negaron la entrada principal de la fiesta.
Esperaba que mi falta de humanidad me haga frágil cuando pude, pero no.
Entonces me dormí en uno de mis mundos sin mas que yo y con el frio de las madrugadas de siempre.

Si las personas fueran lapices, todos seríamos escritores. Tocaríamos las historias más difíciles y resbalosas. El carbón de más adentro que nunca enrojecería por la presión de saberlo todo. Luego hay que tajarlos con el cuidado que merece el grosor de un cabello perfumado. Se van haciendo minúsculos y más difíciles de mantener estables. Luego, todo termina y te compras un lápiz nuevo. Luego otro. Otro más.
Uno encuentra el lapiz perfecto, a todos le gusta, y se lo llevan, lo reproducen serialmente y los venden como prostíbulos. Encuentra uno el lapiz perfecto y se gasta como todos los demás. Se pierde por voluntad propia, por la necesidad de sentirse perdido y necesidad de sentirse extrañado. La potestad negada de expresarse.
Fobia a la escritura, fobia a lo que se escribe. Dejé de escribir por falta de lápices. Stock agotado. El final del camino y mi último cartucho.

No quiero que lleves de mi, nada que no te marque.
El tiempo dirá si al final nos valió lo dolido.
Perderme, por lo que yo ví, te rejuvenece.
la vida.es.mas.compleja.de.lo.que.parece.
[jorge drexler]