Más que abandonados vivimos y solo eso.
Nacemos con la claridad de saber que el instinto nos hará sobrevivir
y todos nos continuaremos con la misma calidad del objeto.
Luego todo cambia, y más que de pulsiones, nos armamos de voces.
Nacemos con la claridad de saber que el instinto nos hará sobrevivir
y todos nos continuaremos con la misma calidad del objeto.
Luego todo cambia, y más que de pulsiones, nos armamos de voces.
Se sintió el ardor al final del trago más amargo del mundo y tu reacción fue lenta - ya te habías vuelto torpe - te gustaba ponerte diferente del resto, [ella y sus obscenidades]. Recordabas tu salubridad de hacía mucho tiempo y la obsesión bendita a la pasta de dientes [sus antiguas y bastas divisiones, la gracia del ají que irritaba hasta necesitarlo como nunca]. La solitaria mirada de todos adentro de la humedad en persona que era más húmeda antes. Claro, los tiempos cambian y las múltiples compañías anteriores se te fueron de las manos. Tus nuevos gestos juegan a volver a empezar las maniobras ágiles de aquellos burdos días llenos de los otros tuyos. Pero ahí estás, y no me puedes decir otra cosa [su facilidad de articularme el lenguaje la hizo sexualmente improvisada y más callada que nunca]. Todas las habilidades se convirtieron en un puto fiasco como los pequeños platos en los restaurantes fichos de lima rayada. Todos te extrañan [ja], hasta yo y mi abandono casi total de mi corporalidad reprimida, mis noches célibes, una monja, si... quizá una monja más. Y es brutal pensar en los ratos lentos de las calles de barranco, donde cualquier hoyo en la acera era ideal para hacer el amor con cualquiera con quien te encontrabas [nunca permitió que me sacaran la ropa y el inconsciente pesa, como los años o lo días]. Al final del camino tu extraña cacería daba el resultado más adecuado y las sonrisas encajaban a la par que tú en el resto y sus aumentadas temperaturas [todas me atraparon de alguna manera y me hicieron débil]. Aprovecho la desaventurada ocación para gritarte qu las calenturas bajan con el tiempo, te falto tino y no puedes negarlo, te ganó tu ego falsamente firme ahora demolido, y mírate tú ahora. Al final eres parte de mí, el músculo más fuerte, mi parte más sensible, la prostitución en persona, mi suavidad abandonada. Y eso sería el problema que vemos detras de los lentes de contacto: ser un cuarto de hotel no siempre da resultado. Se te quedó tatuado el número de tu cuarto favorito y a mí se me quedó la música 'de mientras tanto me lo hacías'. Sinatra, paez, calamaro, sabinas, mraz, milanes, silvio, drexler. Esperabas enamorar mientras aprendías, era tu coordinación perfecta, la nota nueva y exacta que tanta fama te hizo. Aprendiste la delicadeza y la fuerza necesaria como para satisfacer a todos los que llegaban, y no cobrabas estadía, el catre ya estaba malogrado, me suplicabas hace tiempo un cambio de suspensión. A veces entrabas sin permiso y lo envenenabas todo, a veces, también, me envenenabas a mí. Pero ya te ensartaste, no pasaste la revisión técnica, las peruanísimas coimas no te funcionaron nunca más y te quedaste a mitad del camino, de vuelta a casa, viajaste a los olivos y tuviste que tomar combi de regreso. Te me extraviaste y yo me extravié de ti, nunca más nos dimos la cara: tu función carnal ya no tenía más sentido en mi nueva calidad de vida y me odiabas por quitarte el protagonismo de todos estos largos años. Y, a pesar de todo, ayer me tomé un café delicioso que olía a sudor como cualquier lugar de breña antigua. Te quemé cruelmente y recordé nuestra aquella deliciosa amistad y las noches de lujuria atrás de una roca, en la suavidad de la arena y bajo un carro oxidado por la humedad, y la niebla espesa de agua dulce. Derretí tu sensibilidad tratando de no matarla por completo mientras escapabas sin moverte y aceptando el final del veredicto. Ya estamos todos fregados - me dijiste - [y le marqué la vida con aquel liquido negro en envase de tecnopor], nos alcanzo la ancianidad antes de tiempo y fue el momento adecuado. Era entrañable sentirte de nuevo. Hoy volví a traerte al frente pero con un moka caro y bien cargado. Me estremece el placer de matarte y me inquieta nuestro futuro ofuscado de religiosos seguidores. Cogí una cañita roja, y sabiendo lo que hacía, la introduje al fondo del recipiente de cartón reciclable, a la parte más caliente del líquido, donde ningún microbio, ni siquiera yo, se salva. Respiré la cebada colombiana, probé la espuma tibia, y mientras sentía como descifrabas mis acciones siguientes y el tubo de plástico se deslizaba por tu cuerpo maltratado pero solo hasta la mitad, repasé nuestra basta existencia hasta hoy y nuestros innumerables fracasos. Usurpé el aire fresco de un nuevo día y brindé por nuestra soledad buscada y justificada. Tomé rápidamente tu muerte temporal - que me ardió como el pecado más humano - prometiéndote regresarte algún día cuando esa abrazadora juventud me vuelva a consumir y con la convicción de que a todo herido le llega su vendaje. Te crucifiqué así, sin permiso y sin más, una tarde fría de mayo con una taza de agua hirviendo llena de chocolate y café, cuando el alquiler de todos los días recién cerraba y nos quedábamos desempleados temporalmente: adiós lengua mía.
Que viva la ciencia, que viva la poesía
Que viva siento mi lengua cuando tu lengua está sobre la lengua mía…
[Jorge Drexler]
Que viva siento mi lengua cuando tu lengua está sobre la lengua mía…
[Jorge Drexler]