domingo, 22 de noviembre de 2015

10.34pm puñal

Comienza como un punto en la parte superior del esternón, casi llegando al encuentro en las clavículas. Tengo la impresión que coincide con la sensación de no poder respirar. Esa que justo sucede en la hendidura del final del cuello. Si aprietas esa parte, puedes ahogar, o ahogarte. 
Ahí empieza, y luego crece como una flor abriéndose. Se expande al ritmo en que uno empieza pintar con un spray muy cerca del papel y va alejándolo poco a poco, difuminado. Cubre toda el área del pecho primero, encima de los pulmones. Pero no contento, de pronto aparece en los brazos, las manos y la parte inferior del vientre. Todo se contrae para saltar derrepente y se siente abajo del mentón como dos manos que te agarran el rostro y lo tiran hacia abajo. Respiras una vez, chico, como un espasmo, con cara de espanto, la frente arrugada, los crisoles húmedos, la garganta cerrada.
Entonces te quedas inmóvil, paralizado. Mueves los ojos y pasas saliva en un esfuerzo por liberarte, porque se acabe, finito, fin. Pero es difícil, no se va, nada lo calma. 

Así se sienten, la pena, la angustia, el miedo
Pero también un puñal,
especialmente cuando lo ves de frente
viniendo
y te prestas a esperarlo.







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